viernes, 2 de marzo de 2018

Mensaje del Papa francisco para esta Cuaresma 2018


«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)
Queridos hermanos y hermanas:
Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.
Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).
Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

Los falsos profetas

Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?

Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.
Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien. 

Un corazón frío 

Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?
Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.
El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4].

¿Qué podemos hacer?

Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.

El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]
El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.
Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

El fuego de la Pascua

Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.

Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.
En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.
Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí. 

FRANCISCO.



jueves, 1 de marzo de 2018

Las cicatrices doradas

Has tenido pérdidas?, muertes de personas cercanas y familiares, has fallado en tu matrimonio?, te han despedido injustamente?, has  sido asaltado y robado?, calumniado?...Tu puedes dejar de ser una vasija rota y convertirte en una vasija restaurada con oro, el oro de la restauracion interna y externa  una restauracion que nunca te volerá a dejar igual que como un inicio... te hará una resatauracion mejor que en su estado original... aqui en esta pequeña historia vamos a aprender de una técnica milenaria llamada KINTSUGI originada en Japon está hoy en dia puesta a nuestra disposicion...este técnnica milenaria aplicada a todo ser humano de todas épocas y creencias... A nosotros cristianos catpolicos  el oro que nos restaura es el Amor de Dios, el amor de nuestros seres queridos, el amor hacia nosotros mismos que nos convierte en una mejor persona que en un comienzo.


Hay aconteceres de la vida que nos rompen el alma en cuatro pedazos, la muerte de un amigo, por ejemplo. Entonces, el alma se recompone lentamente, trozo a trozo, con la ayuda y el consuelo de la fe o con la resignación humana frente a lo inevitable, hasta llegar a parecer la
que era, pero sólo a parecerlo. El alma queda llena de arañazos irreparables e incluso cruzada por grietas y heridas que nada ni nadie pueden restañar. Pasado un tiempo, la vida sigue.
En otras ocasiones lo que se quebranta es la imagen idealizada que tenemos de algo o de alguien, como cuando viajas por vez primera a una ciudad de la que crees conocer cada calle y cada rincón gracias a la literatura o al cine y que, cuando la pisas realmente, descubres sin embargo que ni huele, ni suena, ni palpita como pensabas que lo haría. Mucha culpa de esto la tiene la publicidad, en estos tiempos en que, como decía el otro día José Varela Ortega, quien soporta con estoicismo gallego que lo estemos comparando permanentemente con su ilustre abuelo, José Ortega y Gasset, en estos tiempos en que progresamos de la imagen a la palabra y no de la palbra a la imagen como venía siendo lo natural. Ves un pastel en el escaparate de una confitería y, como cuando eras niño, te imaginas los sabores y aromas que posee, las diferentes tonalidades de dulces, desde el ligero dulzor del bizcocho hasta intenso azucarado de la glassé, la textura crujiente de la almendra o del coco picados, la untuosidad de la mantequilla o la liviandad de la gelatina, y todo ello para descubrir un minuto después, cuando te lo llevas a la boca, solo el dulce intenso, algo metálico y artificial de los edulcorantes industriales.
Ocurre igual con las personas, sobre todo con aquéllas de las que tienes una idea configurada por datos externos, como ocurre con una persona pública o famosa, de la admiras su simpatía y locuacidad para descubrir, el día que tienes la desgracia de conocerla, que es un ser taciturno y engreído, o un pobre infeliz con el que apenas puedes hilvanar dos frases en una conversación. O con aquella persona de la que tienes únicamente referencias muy superficiales, como ésa con la que te cruzas cada día sin cambiar apenas una mirada, y de la que, sin embargo, te has construido una historia llena de conjeturas. Y ocurre también con muchos a los que creías conocer bien que, llegado el momento de la adversidad o de la buena fortuna, o te abandonan como antes no lo hacían, o te persiguen como jamás lo hubieran hecho.
De lo que hablo es de la fragilidad de las cosas y, muy especialmente, de las personas, de su imagen rota y de los sueños quebrados, de cómo hacemos esfuerzos denodados para restituir la imagen a su estado anterior y de cómo fracasamos siempre en el intento.
Los japoneses tienen la creencia de que cuando alguna cosa ha sufrido un daño adquiere una historia personal y única que la hace más hermosa. Por eso, para reparar la cerámica fracturada aplican un técnica tradicional de restauración llamada Kintsugi o Kintsukuroi, que significa «carpintería o reparación de oro», para lo que agrandan la fractura y la rellenan con un barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino. La pieza así restaurada no trata de replicar el aspecto intacto de la cerámica nueva ni de ocultar o disimular los daños, sino que los resalta ennoblecidos con el oro o la plata para transformarla otra vez, eso sí, en algo completo.
El Kintsugi celebra la dialéctica entre la totalidad y la fragmentación, descubre y realza la belleza de lo roto, de lo quebrado, pone de relieve la historia única y singular de ese vaso o de ese jarrón troceado que, sin embargo, renace a la vida como una pieza completa pero estéticamente transformada. Tan singular es la restauración, tan personales sus resultados, que las piezas así reintegradas son con frecuencia más valiosas que los ejemplares intactos.
El Kintsugi es también la fórmula magistral de la eterna juventud. Una vasija quebrada y recompuesta con lañas de alambre o con un mal adhesivo siempre será una vasija vieja, pero si sus viejas cicatrices la cruzan recubiertas de oro, la vasija ya no es vieja, sino joven, ya no es fea, sino que se ha transformado en una obra de arte. Y así ocurre con las personas. Las cicatrices forman parte de nosotros, frágiles piezas de cerámica, y a través de ellas se puede leer la vida de cada uno. Aquél que no deja que sus cicatrices se queden en viejos costurones sino que las transforma en en vetas de oro, ése permanece eternamente joven y eternamente bello.

La Vasija Agrietada

 Esta es la historia de un campesino que vivía de vender agua en el mercado. Tenía unas diez tinajas. Todos los días se ponía un palo sobre los hombros desde muy temprano. En cada extremo colgaba una tinaja y la llevaba hasta el pozo y luego hasta el centro del pueblo. Sin embargo, entre esos recipientes había una vasija agrietada.

Curiosamente, este hombre trabajador, siempre tomaba la vasija agrietada para hacer el primer viaje del día. La llevaba, junto con una vasija en perfecto estado, hasta el pozo en donde estaba el agua. Recogía pacientemente el líquido y luego lo transportaba por más de dos kilómetros.
Útil es todo lo que nos da felicidad”.
-Auguste Rodin-
Como es obvio, cuando llegaba al mercado, la vasija agrietada ya había perdido gran parte del agua que contenía. Así, el campesino solo podía cobrar la mitad de lo pactado por ella. En cambio la vasija buena iba rebosante y le permitía cobrar la cantidad completa.

La vergüenza de la vasija agrietada

Pronto las demás vasijas comenzaron a comentar entre sí la situación. No se explicaban por qué el hombre aún conservaba la vasija agrietada, ya que le hacía perder dinero todos los días. Tampoco entendían por qué siempre la llevaba la primera en su recorrido diario.
Por otro lado, la vasija agrietada comenzó a sentir vergüenza. Había acompañado al campesino durante los últimos diez años y le tenía gran aprecio. Se sentía mal al darse cuenta de que solo le servía de estorbo. Tampoco entendía por qué no la había tirado a la basura.
Recordaba los tiempos en los que ella era también una maravillosa vasija, muy útil a su dueño. No tenía un solo defecto. Era una de las más fuertes en ese diario trajinar. Sin embargo, un día el campesino había tropezado. Fue entonces cuando había quedado casi rota y parcialmente inservible. Hacía tiempo de eso y el hombre todavía no se deshacía de ella.

El camino del agua

El campesino solía hacer algo que a la vasija agrietada y a las demás les llamaba la atención. En ciertas épocas, durante su camino diario hacia el pozo con los recipientes vacíos, el hombre metía su mano entre el bolsillo y regaba algo en el camino. Ninguna sabía de qué se trataba.
De repente el campesino dejaba de llevar ese algo en los bolsillos y de arrojarlo a la vera del camino, por algún tiempo. Luego volvía a hacer lo mismo, pero por la orilla opuesta. A todas las vasijas les intrigaba, pero como era algo que no hacía todo el tiempo, pronto se olvidaban del asunto y se les pasaba la curiosidad.
Las conversaciones entre las vasijas nuevas atormentaban a la vasija agrietada. En realidad, lamentaba ser tan poco útil y causarle perjuicios a quien la había comprado y la había cuidado por tanto tiempo. Así que, sin pensarlo más, decidió hablar con el campesino para que la tirara.

Una hermosa moraleja

Una noche, cuando ya el campesino se disponía a descansar, la vasija agrietada lo llamó y le dijo que necesitaba hablar con él. El hombre se dispuso a escucharla, muy atento a lo que quería decirle. Ella, sin más preámbulos, le dijo lo que pensaba. Sabía que él la apreciaba, pero ella no estaba acostumbrada a ser una inútil. No quería que la conservara simplemente por compasión. Lo que debía hacer era tirarla a la basura y acabar con todo esto de una vez.
El campesino sonrió al escucharla. Le dijo que jamás había pensado en tirarla porque realmente le era muy útil. “¿Útil?”, preguntó ella. Cómo iba a ser útil, si solo le hacía perder dinero todos los días. El hombre le pidió que guardara calma. Al día siguiente le mostraría por qué la valoraba tanto. La vasija agrietada casi no pudo dormir.
Al día siguiente, el campesino le dijo: “Te pido que por favor observes todo lo que hay a lado y lado del camino hacia el pozo”. La vasija entonces se puso muy atenta. Miraba a ambos lados y solo conseguía ver un hermoso sendero lleno de flores en botón. Cuando llegaron al pozo, le dijo al campesino que no había visto nada que le diera una respuesta.
El hombre la miró con cariño y le dijo: “Desde que te agrietaste, pensé en la mejor manera de que siguieras siendo de provecho. Así que decidí esparcir semillas de vez en cuando por el camino. Gracias a ti he podido regarlas todos los días. Y gracias a ti cuando todo florece puedo tomar algunas plantas y venderlas en el mercado por un precio superior al del agua”. La vasija agrietada entendió entonces cuál era su bonita misión.

Aprender a navegar por el ridiculo nos hace más felices

Hacer el ridículo es uno de los grandes temores de quienes se toman muy a pecho su propio ego. Por supuesto que no cometer errores o no mostrar debilidades, especialmente en determinados momentos críticos, puede ayudarnos. Pero si eso no sucede, incluso en esos momentos a los que nos referimos, tampoco es el fin del mundo.
El sentimiento de ridículo se experimenta como algo más que una simple vergüenza. Por lo general, un error, equivocación o fallo se asocian a la desaprobación. Sin embargo, en el caso del ridículo lo que se “escucha de fondo” es la risa y es precisamente esa burla la que incrementa el efecto de vergüenza. Así, estamos ante un escenario que también puede generar desconcierto o tensión.
En el fondo, lo que hace que algo sea ridículo es su desproporción o inadecuación. De ahí que las situaciones formales sean un campo abonado para que se dé. Estas usualmente imponen protocolos más o menos rígidos, por lo que salirse del canon es relativamente fácil. Pese a esto, el ridículo es tan democrático que se puede hacer en cualquier parte. Nadie escapa a él y todos alguna vez hemos probado su sabor.

El payaso y el ridículo

El payaso es precisamente ese personaje que hace del ridículo su material de comedia. Los payasos representan todo aquello que puede considerarse ridículo. Su vestimenta es exagerada, bizarra. Sus enormes zapatos, sus narices rojas y el maquillaje del rostro les dan una apariencia de absurdo. Emplean prendas que simulan un corte elegante, como el de un traje, plagado de colores y elementos muy llamativos.
Buena parte de la rutina de los payasos consiste en tropezar y caer. Lo que causa hilaridad entre el público es que siempre son víctimas de su propia distracción. Están pendientes de otra cosa y de repente algo se interpone en su camino, para luego caer al suelo. Y caen de manera aparatosa, nunca de manera discreta.
Una buena función de payasos está llena de malentendidos. Se comen un pedazo de cartón pensando que era una torta. O le dan un beso a algo horrible, creyendo juntar los labios con una mujer preciosa. O emprenden la misión equivocada porque interpretaron de otra manera las instrucciones. El mundo de los payasos es el mundo del ridículo, pero también el de las risas inocentes.

Reírse de uno mismo

En realidad, solo se hace el ridículo, en sentido estricto, cuando quien comete la equivocación o cae en el error se lo toma demasiado en serio. Si alguien, por ejemplo, no sabe bailar, pero pretende aparentar que sí, puede verse muy ridículo y desatar risas. En cambio, si acepta que no sabe bailar y se divierte con sus propias limitaciones, resulta simpático.
¿En qué radica la diferencia entre una y otra situación? Esto se reduce solo a una palabra: autoestima. Alguien con una autoestima fortalecida siempre es capaz de reírse de sí mismo, porque se acepta. Esto incluye tolerar sus propios errores o equivocaciones. En cambio, cuando lo que hay es inseguridad y falta de confianza en lo que somos, el caer en un ridículo puede ser una herida emocional fuerte.
El verdadero error está en creer que uno solo es digno de aprecio cuando acierta o atina. Cuando no comete errores. Cuando no hace o dice algo inapropiado. En ese caso no hay verdadero aprecio por uno mismo, sino más bien una autovaloración simulada.

Navegar en el ridículo

Todos tenemos facetas o comportamientos torpes o poco adaptados. Es natural. Es suficiente con una distracción o con un pequeño malentendido para que caigamos en ese error o equivocación en términos sociales. Frente a esto, solo hay un antídoto: ser genuinos y, por lo tanto, humildes.

No podemos pretender hacer lo correcto en todas las circunstancias. Lo que sí podemos hacer es trabajar para sentirnos orgullosos de lo que somos, para perfilar un retrato en el que se aprecie una persona íntegra. Esto es, con defectos, virtudes, errores y aciertos. Eso nos permitirá eliminar ese deseo de ocultarnos, de disimular o de permitirnos mostrar solo las facetas que anticipamos que más le van a gustar a los demás.
Podemos llegar a familiarizarnos con el ridículo. Adoptando gestos o posturas absurdas frente al espejo o saliendo a la calle sin arreglarnos demasiado. Poniéndonos algo original que llame la atención o genere sorpresa. Si lo hacemos, nos daremos cuenta de que seguiremos siendo los mismos e incluso estaremos en disposición de acompañar las risas de aquellos a los que les causemos gracia.
Lo más importante es que, cuando nos permitimos hacer el ridículo de vez en cuando, sin que eso nos afecte, también descubrimos que así podemos vivir más relajados y más felices. Nada alimenta tanto al sentimiento de plenitud como el ser espontáneos. Nada nos hace tan seguros como liberarnos de lo que anticipamos que pensaran los demás.




https://lamenteesmaravillosa.com/aprender-navegar-ridiculo-nos-mas-felices/

"...Tuve hambre y me diste de comer..."

EL HABITO DE SENTIRNOS OFENDIDOS...



Las personas se pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que alguien les hizo. La sorprendente revelación que te voy a hacer, va a cambiar tu vida… ¡Nadie te ha ofendido! Son tus expectativas de lo que esperabas de esas personas, las que te hieren…

Y las expectativas las creas tú con tus pensamientos. No son reales. Son imaginarias. Si tú esperabas que tus padres te dieran más amor y no te lo dieron, no tienes por qué sentirte ofendido.
Son tus expectativas de lo que un padre ideal debió hacer contigo, las que fueron violadas. Tus ideas son las que te lastiman.

Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal o cual forma y no lo hizo… Tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente, eso está en tu imaginación. ¿Enojado con Dios? Son tus creencias de lo que debería hacer Dios, las que te lastiman. Dios jamás ofende ni daña a nadie. Un hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una,
el hábito se desarma.

El hábito de sentirte ofendido por lo que te hacen otros (en realidad nadie te hace nada) desaparecerá cuando conozcas mejor la fuente de las “ofensas”.

Cuando nacemos, somos auténticos
Pero nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la sociedad y televisión nos enseñan. Y crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y de cómo deben actuar los demás.

Una de las mayores fuentes de ofensas es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida. Cuando le dices lo que debe hacer y te dice “no”, creas resentimientos por partida doble.

Primero, te sientes ofendido porque no hizo lo que querías.

Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es. Y es un círculo vicioso. Todas las personas tienen el derecho divino de guiar su vida como les plazca. Aprenderán de sus errores por sí mismos. ¡Déjalos ser! nadie te pertenece.

Las personas son un río caudaloso. Cualquier intento de atraparlas te va a lastimar. Ámalas, disfrútalas y déjalas ir.

1.-Entiende que nadie te ha ofendido. Son tus ideas acerca de cómo deberían actuar las personas y Dios, las que te hieren. Estas ideas son producto de una máscara social, que has aprendido desde tu infancia de forma inconsciente. Reconoce que la mayoría de las personas NUNCA va a cuadrar con esas ideas que tienes. Porque ellos tienen las suyas.

2.-Deja a las personas Ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad. Dales consejos si te los piden, pero permite que tomen sus decisiones. Es su derecho divino por nacimiento: el libre albedrío y la libertad.

3.-Nadie te pertenece. Ni tus padres, ni amigos ni parejas. Todos formamos parte del engranaje de la naturaleza. Deja fluir las cosas sin resistirte a ellas. Vive y deja vivir.

4.-Deja de pensar demasiado. Ábrete a la posibilidad de nuevas experiencias. No utilices tu inventario. Abre los ojos y observa el fluir de la vida como es. Cuando limpias tu visión de lentes oscuros y te los quitas, el resultado es la limpieza de visión.

5.-La perfección no existe. Ni el padre, amigo, pareja perfectos. Es un concepto creado por la mente humana que a un nivel intelectual puedes comprender, pero en la realidad NO EXISTE. Porque es un concepto imaginario. Un bosque perfecto serían puros árboles, Sol, no bichos… ¿existe? No. Para un pez, el mar perfecto sería aquel donde no hay depredadores ¿existe? No. Solo a un nivel intelectual. En la realidad JAMÁS VA A EXISTIR.

Naturalmente, al pez solo le queda disfrutar de la realidad. Cualquier frustración de que el mar no es como quiere que sea no tiene sentido. Deja de resistirte a que las personas no son como quieres o no piensan como tú. Acepta a las personas como el pez acepta al mar y ámalas como son.

6.- Disfruta de la vida. La vida real es más hermosa y excitante que cualquier idea que tienes del mundo. Me complacerá decírtelo por experiencia.




7.- Imagina a esa persona que te ofendió en el pasado. Imagínate que ambos están cómodamente sentados. Dile por qué te ofendió. Escucha su explicación amorosa de por qué lo hizo. Y perdónala. Si un ser querido ya no está en este mundo, utiliza esta dinámica para decirle lo que quieres. Escucha su respuesta. Y dile adiós. Te dará una enorme paz.

8.- A la luz del corto período de vida que tenemos, solo tenemos tiempo para vivir, disfrutar y ser felices. Nuestra compañera la muerte en cualquier momento, de forma imprevista, nos puede tomar entre sus brazos. Es superfluo e inútil gastar el tiempo en pensar en las ofensas de otros. No puedes darte ese lujo.

9.- Es natural pasar por un periodo de duelo al perdonar, deja que tu herida sane. Descárgate (no confundir con desquitarse) con alguien para dejar fluir el dolor. Vuelve a leer este artículo las veces necesarias y deja que los conceptos empiecen a sembrar semillas de consciencia en tu interior. Aprende con honestidad los errores que cometiste, prométete que no lo volverás a hacer y regresa a vivir la vida...


-Marco Engelke-
Un Nuevo Comienzo

No juzgues


Él quería que sus hijos aprendiesen a no juzgar de manera apresurada. Por eso, a lo largo del año, mandó que cada uno de ellos viajase hasta una localidad distante, donde había un peral plantado.

Después de que volviese el último hijo, el hombre los reunió y pidió a cada uno que les describiera lo que habían visto.

El primero dijo que el árbol era feo y retorcido.

El segundo hijo manifestó su desacuerdo, indicando que el árbol tenía hojas verdes y estaba cubierto de preciosas flores de aroma tan dulce que él se arriesgaría a decir que eran las flores más graciosas que había visto.

El tercer hijo argumentó que estaban confundidos, ya que el árbol estaba repleto de frutos dorados, bellos y sabrosos. El árbol estaba tan cargado de frutos que estaba arqueado y lleno de vida.

El último hijo no estuvo de acuerdo con los demás, diciendo que el árbol no tenía flores ni frutos, aunque sí hojas coloridas con los más bellos tonos de rojo y dorado.

El hombre explicó a sus hijos que todos estaban en lo cierto, pues cada uno había visto el árbol en una estación diferente. Agregó que no se puede juzgar un árbol o a una persona por sólo una estación.

La vida sólo puede ser cuantificado al final, cuando todas las estaciones se completen. Quien desiste delante del invierno, pierde las delicias de las demás estaciones.


Autor desconocido.

jueves, 22 de febrero de 2018

Oración: Liberación de maldiciones y descanso para los difuntos

P. Dirk Kranz (Dr. Theol., Lic. Phil.), también conocido como Padre Teodoro en Colombia y el mundo hispanoparlante, ha ejercid0 ampliamente la past0ral de sanación física, interior e intergeneracional, y de liberación. Desde abril 2015 es Vicari0 Parroquial en la Catedral de la Santísima Trinidad de Cancún, en la Prelatura de Cancún-Chetumal, México. Está disponible para aceptar invitaciones, de parte de particulares o grup0s, siempre que se cuente con la debida aut0rización de las competentes autoridades eclesiásticas del lugar, para dirigir charlas, conferencias, talleres, retiros, o participar en congresos de oración y de sanación.
Para solicitar la presencia del Padre, contactar: invitaciones@arcangelsanmiguel.org 
Conoce la página Facebook: www.facebook.com/PadreTeodoro

De las Florecillas de San Francisco de Asís

Cómo San Francisco pasó una cuaresma
en una isla del lago de Perusa
con sólo medio panecillo

Al verdadero siervo de Dios San Francisco, ya que en ciertas cosas fue como un segundo Cristo dado al mundo para la salvación de los pueblos, quiso Dios Padre hacerlo, en muchos aspectos de su vida, conforme y semejante a su Hijo Jesucristo, como aparece en el venerable colegio de los doce compañeros, y en el admirable misterio de las sagradas llagas, y en el ayuno continuo de la santa cuaresma, que realizó de la manera siguiente:
Hallándose en cierta ocasión San Francisco, el último día de carnaval, junto al lago de Perusa en casa de un devoto suyo, donde había pasado la noche, sintió la inspiración de Dios de ir a pasar la cuaresma en una isla de dicho lago. Rogó, pues, San Francisco a este devoto suyo, por amor de Cristo, que le llevase en su barca a una isla del lago totalmente deshabitado y que lo hiciese en la noche del miércoles de ceniza, sin que nadie se diese cuenta. Así lo hizo puntualmente el hombre por la gran devoción que profesaba a San Francisco, y le llevó a dicha isla. San Francisco no llevó consigo más que dos panecillos. Llegados a la isla, al dejarlo el amigo para volverse a casa, San Francisco le pidió encarecidamente que no descubriese a nadie su paradero y que no volviese a recogerlo hasta el día del jueves santo. Y con esto partió, quedando solo San Francisco.
Como no había allí habitación alguna donde guarecerse, se adentró en una espesura muy tupida, donde las zarzas y los arbustos formaban una especie de cabaña, a modo de camada; y en este sitio se puso a orar y a contemplar las cosas celestiales. Allí se estuvo toda la cuaresma sin comer otra cosa que la mitad de uno de aquellos panecillos, como pudo comprobar el día de jueves santo aquel mismo amigo al ir a recogerlo; de los dos panes halló uno entero y la mitad del otro. Se cree que San Francisco lo comió por respeto al ayuno de Cristo bendito, que ayunó cuarenta días y cuarenta noches, sin tomar alimento alguno material. Así, comiendo aquel medio pan, alejó de sí el veneno de la vanagloria, y ayunó, a ejemplo de Cristo, cuarenta días y cuarenta noches.
Más tarde, en aquel lugar donde San Francisco había hecho tan admirable abstinencia, Dios realizó, por sus méritos, muchos milagros, por lo cual la gente comenzó a construir casas y a vivir allí. En poco tiempo se formó una aldea buena y grande. Allí hay un convento de los hermanos que se llama el convento de la Isla Todavía hoy los hombres y las mujeres de esa aldea veneran con gran devoción aquel lugar en que San Francisco pasó dicha cuaresma.
En alabanza de Cristo bendito. Amén.

http://www.ofmval.org/5/03fco/03florecillas/07florecill.php

30 Proverbios de la sabiduría hindú que nos ayudarán a crear armonía en nuestras vidas

Estos sencillos mensajes en contexto pero enorme sabiduria en su interior son facilmente aplicables y en mas de una ocacion las hemos escuchado, aprendamos mis quieridos hermanos de esta sabiduria milenaria  y adaptemos estos mensajes a nuestros diario vivir, estos mensajes son rios de sabiduria  que nos han de llevar a vivir una vida sana y sin complicaciones.
Acá hemos recopilado para llamar a la reflexión algunos proverbios atribuidos a esta sabiduría, con el fin de que cada quien tome para sí alguna que le resulte aplicable o de interés:

1. Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con sus zapatos.

2. Cuanto más adversas sean para ti las circunstancias que te rodeen, mejor se manifestará tu poder interior.

3. En el camino de la vida podrás transitar por el sendero de la sabiduría. Si de él sales convencido de no saber nada, es que has aprendido mucho.




4. La más larga caminata comienza con un paso.


5. Cuando las olas se han aquietado y el agua está en calma, entonces se refleja la luz y se puede vislumbrar el fondo.

6. La tierra no es una herencia de nuestros padres sino un préstamo de nuestros hijos.

7. La palabra debe ser vestida como una diosa y elevarse como un pájaro.

8. A los ignorantes los aventajan los que leen libros. A estos, los que retienen lo leído. A estos, los que comprenden lo leído. A  estos, los que ponen manos a la obra.

9. Aquel que reconoce la verdad del cuerpo puede entonces conocer la verdad del universo.

10. Yo soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida es servicio. Serví y vi que el servicio da alegría.

11. Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio.

12. Solo se tiran piedras contra el árbol que da frutos.

13. Con mis maestros he aprendido mucho; con mis colegas, más; con mis alumnos todavía más.


14. Los objetos externos son incapaces de dar plena felicidad al corazón del hombre.

15. El que no duda, nada sabe.

16. Creer que un enemigo débil no puede dañarnos es creer que una chispa no puede causar un incendio.

17. ¿Qué ve el ciego aunque se le ponga una lámpara en la mano?

18. La vejez empieza cuando los recuerdos pesan más que las esperanzas.

19. Los ríos hondos corren en silencio, los arroyos son ruidosos.

20. Es de hipócritas decir que amamos a la humanidad en su conjunto y odiar a quienes no adoptan nuestros puntos de vista.

21. El árbol no niega su sombra ni al leñador.

22. Si deseas ser feliz, tienes que desear ver a otros felices también.

23. No hay árbol que el viento no haya sacudido.

24. Un hombre sólo posee lo que no puede perder en un naufragio.


25. El corazón en paz ve una fiesta en todas las aldeas.

26. El que antes de su muerte ha plantado un árbol, no ha vivido inútilmente.

27. Cuando todo está perdido aún queda la esperanza.

28. El bien que hicimos la víspera es el que nos trae la felicidad por la mañana.

29. Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.

30. Aprendo mientras vivo.


De domino publico.